Ir al contenido principal

la casa por el tejado













Fito Y Fitipaldis

Ahora sí
parece que ya empiezo a entender,
las cosas importantes aquí,
son las que están detrás de la piel.

Y todo lo demás,
empieza donde acaban mis pies,
después de mucho tiempo aprendí,
que hay cosas que mejor no aprender.

El colegio poco me enseñó,
si es por esos libros nunca aprendo.
A coger,
el cielo con las manos.
A reír,
y a llorar lo que te canto.
A coser,
mi alma rota.
A perder el miedo a quedar como un idiota.
Y a empezar,
la casa por el tejado.
A poder dormir,
cuando tú no estás a mi lado.

Menos mal que fuí,
un poco granuja.
Todo lo que sé,
me lo enseñó una bruja.

Ruinas,
no ves que por dentro estoy en ruinas.
Mi cigarro va quemando el tiempo,
tiempo que se convirtió en cenizas.
Raro, no digo diferente, digo raro,
ya no sé si el mundo está al revés,
o soy yo el que está cabeza abajo.

El colegio poco me enseñó,
si es por el maestro nunca aprendo.
A coger,
el cielo con las manos.
A reír,
y a llorar lo que te canto.
A coser,
mi alma rota.
A perder el miedo a quedar como un idiota.
Y a empezar,
la casa por el tejado.
A poder dormir,
cuando tú no estás a mi lado.

Menos mal que fuí,
un poco granuja.
Todo lo que sé,
me lo enseñó una bruja.


Y en el sur de tu cuerpo se esconde
el secreto de esa estúpida sonrisa,
que mi cara refleja,
los días de lluvia y tormenta.

Como colgado está mal,
seré un pobre infeliz si me falta,
el jardín de las delicias.
Sito bajo tu falda,
aunque sé de buena tinta,
que no es solo para mí.
Cuentan maravillas
mis amigos de tí.

No estás a mi lado,
No estás a mi lado,
No estás a mi lado,

Comentarios

Entradas populares de este blog

Formación geológica fálica en Alfajarín provincia de Zaragoza

Dirección en Google Earth 1 Dirección en Google Earth 2 Dirección en Google Maps Cuando quieras quedamos y vamos a verla.

playing guitar with a dildo

ARTURO PÉREZ-REVERTE || FALCÓ

—Estás bien, españolito —dijo— estás muy bien. —Gracias. Falcó se arrodilló y le introdujo los dedos en el sexo. Ella sonreía. —Dime puta. —Puta. Se intensificó la sonrisa obscena. —Ahora dime puerca. —Puerca. Quiso tumbarla de espaldas en la alfombra pero se le escabulló, riendo. Después se dio la vuelta, poniéndose a cuatro patas. Los senos germánicos colgaban grandes y pesados. Sólo faltaba música de Wagner. —Házmelo por detrás —ordenó ella.